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Hoy en día, nuestra sociedad está basada en unos modelos de comportamiento que afectan a los hombres y a las mujeres, incluso en la manera de hablar.

En la mayoría de los casos, el habla masculina siempre ha sido concebida como la norma, así que se consideraba que el habla femenina no era diferente, sino imperfecta y deficiente con respeto a la masculina. Cuando las mujeres hablan, usan menos palabrotas, son menos asertivas y creativas, buscan la aprobación de su interlocutor y minimizan sus posiciones. ¿Pero es eso verdad?

A finales del siglo XX, hubo un gran interés en las diferencias culturales y cerebrales entre hombres
y mujeres, incluyendo las diferencias lingüísticas.

Robin Lakoff fue una pionera de los estudios llamados sociolingüísticos y, en su libro El lenguaje y el lugar de la mujer (1975), proponía ver el habla de las mujeres como diferente en lugar de deficiente o anormal.

 

Durante varios años, los investigadores han descubierto que las mujeres intentan crear una relación de colaboración a través de la comunicación. Por eso, utilizan más fórmulas de cortesía, hacen más preguntas y emplean tanto exclamaciones y vocativos cariñosos como palabras de apoyo o gestos de asentimiento. Otro aspecto relacionado con la tendencia femenina a las relaciones colaborativas es la de encubrir su propio estatus. Las mujeres intentan enmascarar sus conocimientos y experiencias en un campo concreto; de hecho, hablan poco de sus logros personales y, a menudo, recurren a la modestia para evitar la arrogancia y ponerse en el mismo plano que los demás.

En cambio, la conversación de los hombres es más competitiva y directa, porque se centran en los hechos y los datos, reduciendo las frases de cortesía y utilizando variantes más informales. Utilizan pocas exclamaciones o palabras de apoyo mientras escuchan, pero interrumpen, opinan y dan órdenes directas con más frecuencia que las mujeres.

Evitan hacer preguntas al interlocutor para no expresar inseguridad y no vacilan en expresar desacuerdo o dudas sobre las opiniones del otro. A menudo llegan a la crítica, burla o insulto, pero esto no crea conflictos personales, sino que constituye un recurso para reforzar la relación amistosa o profesional.

 

Como resultado de los cambios históricos y socioculturales, el hombre y la mujer han empezado a ocupar los mismos lugares y a compartir espacios sociales como la familia, la escuela o el trabajo. Esto ha permitido a las mujeres usar formas estándar, perdiendo su habla delicada y cortés.

No existen variedades exclusivas de cada sexo, sino un conjunto de variaciones discursivas que actúan como marcas en el habla femenina y en la masculina, variaciones que funcionan como estereotipos asociados al género del que habla.

Las manifestaciones del habla femenina y masculina son sociales y sus rasgos característicos han estado condicionados por el papel que desempeñaban y desempeñan hombres y mujeres en la organización social.