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El cerebro humano es capaz de realizar 1016 operaciones por segundo, lo que lo hace mucho más potente que cualquier ordenador que existe.

Pero eso no significa que nuestro cerebro no tenga grandes limitaciones: por ejemplo, estamos sujetos a sesgos cognitivos, que son fallas molestas en nuestro pensamiento que nos hacen tomar decisiones cuestionables y llegar a conclusiones erróneas.

En otras palabras un sesgo cognitivo es una deficiencia genuina en nuestro pensamiento, una falla en el juicio que surge de errores de memoria o errores de cálculo (por ejemplo un falso sentido de la probabilidad).


 


Algunos psicólogos sociales sostienen que los sesgos cognitivos nos ayudan a procesar las informaciones de una manera más eficiente, especialmente en situaciones peligrosas; sin embargo, nos llevan a cometer graves errores.

Estos son algunos sesgos importantes de tener en cuenta:

  • Efecto bandwagon. Es la tendencia que las personas tienen a estar de acuerdo con una idea, una acción o una creencia solo porque hay otras personas que piensan o hacen las cosas de igual manera. Gran parte de este sesgo tiene que ver con nuestro deseo de encajar y conformarse.
  • Sesgo confirmatorio. Nos encanta estar de acuerdo con la gente que está de acuerdo con nosotros. Tendemos a ser disuadidos por individuos, grupos y fuentes de noticias que nos hacen sentir incómodos o inseguros acerca de nuestras opiniones.
  • Sesgo de negatividad. La gente presta más atención y da más peso a las experiencias y la información negativas que las positivas. El sesgo de la negatividad ha servido a un fuerte propósito evolutivo: estar altamente en sintonía con el peligro en el medio ambiente es lo que permitió a los seres humanos sobrevivir a las amenazas naturales. Pero los tiempos prehistóricos se han ido. Hoy corremos el riesgo de insistir en la negatividad a expensas de una buena noticia genuina.
  • Falacia del jugador. Es la creencia errónea de que, si algo ocurre con más frecuencia de lo normal durante algún período, sucederá con menos frecuencia en el futuro, o viceversa. El ejemplo clásico es el lanzamiento de monedas: después de voltear las caras, digamos, cinco veces consecutivas, nuestra inclinación es predecir un aumento en la probabilidad de que el siguiente lanzamiento de monedas sea sello, cuando en realidad, probabilidad de cualquier resultado es siempre 50/50.
  • Sesgo de status quo. El ser humano tiende a ser aprensivo al cambio. Nos gusta seguir nuestras rutinas, nuestros partidos políticos o nuestras comidas favoritas en el restaurante. Por esto la gente defenderá y preferirá el status quo, viéndolo como uno mejor, más legítimo y más deseable que las nuevas alternativas.
  • Descuido de la probabilidad. Muy pocos de nosotros tienen un problema para conducir un coche, pero muchos de nosotros experimentamos un gran temor al subir a un avión. Sin embargo, la probabilidad de morir en un accidente automovilístico es significativamente mayor que morir en un accidente de avión, pero nuestro cerebro no nos liberará de esta lógica cristalina.
  • Sesgo de selección observacional. Este es el efecto de notar repentinamente las cosas que no notamos antes, asumiendo erróneamente que la frecuencia ha aumentado. Un ejemplo perfecto es lo que sucede después de comprar un coche nuevo e inexplicablemente empezar a ver el mismo coche prácticamente en todas partes. En realidad no es que estas cosas aparezcan con más frecuencia, es que hemos seleccionado el elemento en nuestra mente y, por consecuencia, lo estamos notando con más frecuencia.

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¿Crees que ninguno de estos sesgos se aplica a ti?

Lo más probable es que estás sufriendo del “sesgo de punto ciego”, que se refiere a la creencia de que otras personas son más propensas a tener estos sesgos. Pero espero que al conocer los sesgos de pensamiento más comunes sea más probable que los encuentres y los superes. Espera, tal vez sólo estoy sufriendo del sesgo de optimismo.

 

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