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El agua es un elemento fundamental para nuestras vidas y la de nuestro planeta.

Hoy en día no garantiza solamente la sobrevivencia de los seres humanos, sino que también constituye un instrumento imprescindible para reducir gastos y ayudar al medioambiente.

 

El agua ha constituido el punto central de la filosofía de Tales en el siglo VI a.C. y también actualmente se ha reconocido la importancia de este elemento: las Naciones Unidas han declarado el 22 de marzo como el Día Mundial del Agua y han reconocido en 2010 como un derecho humano fundamental el acceso a fuentes de agua potable.

Aunque el agua es imprescindible para la sobrevivencia humana – la Organización Mundial de la Salud ha estimado que necesitamos 40 litros al día para satisfacer nuestras necesidades – en los países desarrollados esta cifra llega a los 300 litros al día, mientras que en los países en desarrollo no hay agua potable para casi 750 millones de personas. Además, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático predice que en 2050 el 60 % de la población experimentará escasez de agua.

 

Por esta razón, ingenieros e investigadores están trabajando desde hace años para que el agua se pueda ahorrar y reciclar y también para producir un desarrollo eco-sostenible.

Por esta razón, en Suecia han creado un cartucho de agua y sal que puede cargar móviles y en México un sistema de micro turbinas que produce agua potable y energía para los electrodomésticos aprovechando el agua de la lluvia.

Etiopia ha desarrollado el Warka Water, un árbol eco-sostenible de 10 metros construido con materiales locales (como nylon y juncos) que captura la humedad y la transforma en agua potable, mientras que Brasil ha creado una fuente de iluminación que utiliza la refracción de la luz solar que pasa a través de una botella de plástico llena de agua.

Además, la Universidad Columbia de Nueva York ha logrado usar la evaporación del agua para mover un coche en miniatura.

 

En Italia se ha empezado a producir biometano a través del barro residual de la cloaca, un modelo de economía circular y eco-sostenible.

El proceso se basa en separar el agua del barro con un depurador. Luego, el barro no se elimina como residuo, sino que se emplea para producir biogás y biometano que pueden servir de combustible para coches o calentar viviendas reduciendo gastos económicos y ecológicos. El barro de la cloaca puede también ser transformados en fertilizante para abonar las aéreas verdes de ciudades parques y centros deportivos.

Además, la ciudad de Milán está beneficiándose del agua para poner 210 km de fibra óptica y garantizar el internet de alta velocidad en toda la provincia, reduciendo los gastos en un 50 % y disminuyendo el impacto ambiental.

La Universidad de Milán se está ocupando también del proyecto Flood Hide para deshacerse del exceso de lluvia ayudando la agricultura. La lluvia, que actualmente es recogida en las cloacas y depurada, será también utilizada en el sector agrícola.

 

Podríamos beneficiarnos de este elemento aún más si consumiéramos más agua del grifo y menos de la botella. De hecho, según la activista estadounidense Annie Leonard, el agua de la botella cuesta 2000 veces más que la del grifo.

Por eso es aún más importante asegurarnos de que el agua potable sea de calidad.

La Unión Europea ha establecido el Water Safety Plan, un modelo que será obligatorio en todos los países, cuyo objetivo es controlar minuciosamente la calidad del agua potable y reducir los riesgos de contaminación.

 

Noticias positivas vienen del Reino Unido, donde la start-up británica Skipping Rocks Lab ha creado cápsulas transparentes, biodegradables y comestibles para poder beber agua de botella sin gastar plástico, ya que cada año se encuentran casi 8 millones de toneladas de botellas en los océanos. Ooho es el nombre del producto que tiene gastos de producción considerablemente inferiores a los del plástico y solo necesita ser mordido para liberar su contenido líquido.

 

En España se ha desarrollado un sistema de nano-desalinización que emplaza su tecnología piloto en Cataluña, en la desalinizadora de El Prat de Llobregat, Barcelona.

La clave de innovación en este nuevo proceso es la nanotecnología: para obtener agua potable se utiliza un proceso de osmosis inversa y se reducen los gastos en un 20 %.

Se capta el agua marina y se traslada a unos depósitos donde es sometida a un proceso de floculación, donde se utiliza un producto químico que en reacción con el agua genera unos grumos con la suciedad presente en ella. Luego siguen otros procesos de filtración pero a menor medida.

Al final el agua atraviesa una membrana de filtración nana, donde se ejerce una presión equivalente a una columna de 600 metros de agua para que se produzca la desalinización del agua. En este proceso, la materia orgánica se retiene en la membrana. Por eso se ha desarrollado un mecanismo para eliminar la materia residual con la luz ultravioleta que elimina la materia orgánica, la transforma en minerales y, además, alarga la vida de las membranas.

Barcelona ha hecho muchos esfuerzos en la gestión del agua y es reconocida internacionalmente como un ejemplo de políticas de ahorro. Por eso ya fue escogida en 2012 para acoger la sede del secretariado del Global Waters Operators Partnerships Alliance, un organismo de la ONU para la gestión de las políticas del agua.

Actualmente el 100 % de las fuentes de Barcelona están dotadas de sistemas de recirculación del agua: las fuentes ornamentales con mayores consumos ya se abastecen con agua freática y se han impermeabilizado 177 fuentes para garantizar su estanquidad y evitar pérdidas.

 

Quizá que todo esto progreso pueda ayudar realmente a ahorrar y reciclar grandes cantidades de agua para utilizarla de manera más responsable y beneficiosa, no solamente en los países desarrollados, sino también en los países en vías de desarrollo, donde la necesidad de agua es aún mayor.