El nivel de inversión antes mencionado ha sido posible en buena parte gracias a la elevada tasa de ahorro interno, que ha pasado de cerca de un 15% en 1965 a un 40% en 1995, lo que supone en la actualidad la tasa de ahorro mundial más elevada. Durante varios años, las cifras de ahorro de los países asiáticos han incluso superado las de inversión, llegando así a “exportar capital” vía acumulación de ahorros internacionales.
El ahorro privado ha sido estimulado por los gobiernos de las economías asiáticas a través de la creación de instituciones sólidas de ahorro. Dado que los mercados financieros han sido importantes en las economías asiáticas, el sector financiero está sometido a muchas regulaciones.
Otro de los factores que explica los resultados económicos de los países de Asia oriental es su mano de obra, que se ha caracterizado, al igual que en China (aunque en grados diferentes) por ser altamente formada e comparación con otros países en desarrollo y por ser barata y abundante.
Las economías del este asiático tuvieron la ventaja de comenzar sus procesos de desarrollo económico con un nivel de capital humano superior al del resto de los países en desarrollo. Estas sociedades han dado importancia a la educación, principalmente primaria y secundaria, aumentando los gobiernos el porcentaje del gasto público en educación sobre el PIB. Actualmente, en estos países la educación primaria y secundaria es universal.
La inversión en capital humano generó una gran masa de trabajadores capaz de adoptar y adaptar, en el proceso de industrialización, las tecnologías y procesos productivos utilizados en las principales potencias mundiales, principalmente en Japón, facilitando el máximo aprovechamiento de los equipos importados y de los procesos de producción. Esto les ayudó a la rápida industrialización.
En este sentido, la orientación a la exportación no hubiera sido posible sin una mano de obra capacitada para adoptar, modificar y usar las nuevas técnicas y equipos de producción. Al mismo tiempo, el enfoque exportador de estas economías ha repercutido positivamente sobre la calificación de la mano de obra, generándose un círculo vicioso.
Además, estas economías tienen un mercado laboral flexible, lo que les permitió mantener en el comienzo de la etapa de industrialización salarios relativamente bajos con respecto a los de los países desarrollados. Los gobiernos asiáticos han sido menos vulnerables que los de otros países en desarrollo (especialmente América Latina) a presiones laborales, debido a la prohibición que existía de formar organizaciones laborales, fomentándose la negociación entre trabajadores y empresarios en el seno de la propia empresa. La inexistencia de un salario mínimo, la migración desde zonas rurales a zonas urbanas y la integración de la mujer a la fuerza de trabajo son otros de los factores que explican porqué fue posible mantener los niveles de salarios bajos a pesar del aumento de la demanda de trabajo.
Al igual que ha sucedido en China, las economías asiáticas también han basado su crecimiento económico en la inversión extranjera directa. El apoyo de los gobiernos a la inversión extranjera, la mano de obra barata y cualificada y las infraestructuras relativamente apropiadas han atraído a Asia a muchas empresas extranjeras, sobre todo de Japón, aunque también de Europa y Estados Unidos.